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Publicado el 8 de abril de 2025, 2:06

El hielo comenzó a ceder.

Una por una, las figuras atrapadas en los bloques translúcidos abrían lentamente los ojos. Un cono de vainilla, con ojos suaves y movimientos frágiles, parpadeó y vio a Fofi. A su lado, una paleta de mango agitó sus brazos entumecidos, y un pastelito azul dejó caer una lágrima cristalizada.

—¿Quiénes… son ustedes? —preguntó el cono, con voz quebradiza.

—Somos el calor que viene a despertarlos —respondió Fofi, firme pero con ternura.

Carbón avanzó, haciendo estallar con precisión quirúrgica los cerrojos de un congelador. Detrás, una familia de bolitas de helado rodó tímidamente al exterior. La empanada dejó una manta térmica en cada rincón, y los nuggets repartían cucharas de metal que servían como herramientas y defensa.

De pronto, se escuchó un sonido metálico: una alerta. Las puertas del Sector Congelado se empezaban a cerrar automáticamente.

—¡Nos encontraron! —gritó el hotdog.

Fofi no lo dudó. Se subió sobre una caja de pescado congelado y alzó la voz:

—¡TODOS LOS QUE PUEDAN MOVERSE, AHORA! ¡ESTE SABOR NO SE CONGELA MÁS!

Y con eso, comenzó el éxodo helado. Una fila de alimentos antes dormidos, temblorosos pero decididos, comenzó a moverse, guiados por la calidez de sus rescatistas. La revolución acababa de ganar un nuevo frente.

El frío comenzaba a retirarse como una marea antigua, dejando tras de sí un rastro de vapor y esperanza. Fofi dio un paso al frente, mirando a los recién liberados. El cono de vainilla intentó hablar, pero su voz era apenas un susurro dulce.

—¿Cómo… cómo lo lograste?

—No lo hice solo —respondió Fofi con humildad—. Fue gracias a todos los que decidieron que ya era suficiente… que el olvido no era nuestro destino.

Detrás de él, los nuggets ayudaban a los pastelitos a caminar. La empanada envolvía con su masa templada a las paletas que aún temblaban. Carbón mantenía la lanza encendida, como un sol portátil en ese paraíso de escarcha.

Uno de los helados se acercó, con un brillo tembloroso en los ojos.
—¿Esto… es una revolución?

Fofi sonrió.
—No. Esto es una receta que apenas está comenzando a cocinarse. Y va a necesitar todos los sabores.

 

 

 

 


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